Por Jacqueline Bassi
El propósito
fundamental al armonizar vinos y comidas es que la mezcla elegida supere en
gran medida a cada una de las partes. Una combinación correcta proporciona una
energía al apareamiento que resulta dinámica y efervescente.
Desafortunadamente, este resultado no siempre se consigue; precisamente el
complejo despliegue de sabores, tanto en el vino como en la comida, es lo que
lo hace difícil.
En el caso de
pescados y mariscos, buscar el casamiento perfecto resulta un tanto más
sutil. La regla indica que el vino blanco va con carne blanca y por ende con
mariscos. No obstante, no todos los mariscos o pescados son iguales, y la norma
del vino blanco bien puede romperse dependiendo de dos muy importantes
factores: la textura de estos y su condimentación.
El vino y la textura del pescado
Aunque la carne
de mariscos y pescados es por lo general blanda y baja en
grasas, existen diferentes tipos de pescados o mariscos. El salmón y la tilapia
por citar un ejemplo, o la carne fibrosa de la langosta contrastada con la
suavidad de la carne de vieiras. Mientras el salmón es alto en grasas y su
sabor es fuerte y definido, la tilapia casi no tiene sabor y es más baja en
grasa, de manera que si bien la tilapia sigue la regla del vino blanco
perfectamente, el salmón iría mucho mejor con un tinto suave como el Pinot
Noir. Lo mismo sucede con la tuna, el pez espada y los pescados azules de agua
fría. Los tres son pescados cuya textura sólida y sabor son más intensos. Por
lo tanto, se acomodan mejor con vino tinto; lo importante es que el elegido sea
liviano o suave y bajo en tánicos.
Vinos tintos livianos:
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Bardolino
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Beaujolais
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Valpolicela
Vinos rojos de textura
suave:
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Merlot californiano
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Zinfandel
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Shiraz australianos
Vinos rojos de sabor
suave:
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Chantis económicos
·
Vino de mesa Bordeo
El vino y la condimentación del pescado
La preparación
del pescado, la intensidad del aliño, el condimento y el grado de picante del
aderezo son puntos determinantes al escoger el vino adecuado. Una guía simple
paraacompañar vinos y pescados, según su preparación es la siguiente:
·
Pescados
acicalados en salsas blancas cremosas se deben acompañar con vinos blancos
altos en acidez y de sabor afrutado con el fin de cortar la grasa de la crema y
destacar su sabor dulce. Ejemplo: Sauvignon blanco, Riesling, Chablis franceses
o un Chardonay fuerte.
·
Pescados
en salsas cremosas a base de tomates se pueden acompañar con vinos rosadosvibrantes, porque la acidez de estos complementa la
del tomate y al mismo tiempo corta la grasa.
·
Pescados
a la parrilla casi siempre son de carne consistente y de textura fibrosa para
que no se desbaraten sobre ella; lo ideal es acompañarlos con vinos añejados en
barril de roble, como el Chardonay californiano, puesto que el ácido de este
vino somete a la grasa del pescado. El sabor del roble también realza y
complementa el sabor ahumado de la parrilla. El salmón a la parrilla se puede
acompañar con un Merlot bajo en tánicos porque el acido de este, ayudado por el
toque de astringente del tanino, corta la grasa; el sabor afrutado de estos
vinos destaca el sabor dulzón de la carne del salmón.
·
Pescados
fritos o empanizados se deben complementar con vinos blancos secos y altos en
acidez. El ácido corta el aceite del frito y actúa como un enjuague bucal,
limpiando el paladar, cosa que permite degustar mejor tanto el pescado como la
fritura. Un Sauvignon blanco del sur de África, subido en acidez, o un Semillón
francés serían
la combinación ideal.
·
Mariscos
al natural, al vapor o en su propio consomé definitivamente se combinan con
vinos blancos. Las ostras, de carne suave y dulzona, se acompañan bien con
Chablis, Moscatel o también con blancos espumosos. La
trucha al vapor, de textura sólida y ligeramente grasosa, se acompaña muy bien
con Chenin blanco y con Gewurztraminer. La tuna, también de textura sólida y
ligeramente grasosa, va excelentemente con tintos como el Dolcetto y blancos
como elAlbariño.
·
La
carne de langosta, de contextura fibrosa y sabor acentuado, al vapor y con mantequilla,
se armoniza bien con blancos como los Chardonay, que cortan limpiamente la
grasa de la mantequilla, o con rojos como el Pinot Noir que se avienen a la
textura fuerte de la langosta.
·
Los
mejillones, suaves y dulzones, se acompañan bien con blancos como el Riesling.
·
El
caviar, de sabor suave y ligeramente salado, se apareja muy bien con champagne
seco o con vinos espumosos.
El peso del plato determina el color
La frescura y
vibrante acidez de los vinos blancos, tanto secos como dulces, los ha clasificado como la
elección ideal a la hora de combinar vinos y mariscos. No obstante, el peso del
plato es la cualidad que debe dirigir la mezcla. La preparación de estos, su
textura, el dulce natural de la carne de los mariscos y su nivel de grasa,
pueden cambiar radicalmente el peso del plato, ampliando las posibilidades de
tal manera que tintos livianos y medianos, bajos en tánicos y de sabor
afrutado, pueden resultar la variante perfecta para acompañar gran parte de los
frutos del mar.
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