jueves, 19 de julio de 2007

Manifestaciones anti-ALCA

Por Jacqueline Bassi

Tanques de guerra, fusiles, armas automáticas y semiautomáticas, gases lacrimógenos, balas de caucho y de fríjol, protectores electrificados, todos estos y muchos más armatostes de combate engalanaron el centro de la folklórica Miami la semana del 17 al 21 de noviembre. Pero no fueron ni los militantes talibanes, ni los iraquíes los que suscitaron tal despliegue de milicia; fue el encuentro entre activistas y oponentes a la creación del tratado Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Un tratado cuyos activistas vislumbraron lleno de bondades para el hemisferio occidental y cuyos oponentes auguran lleno de atropellos y pobreza para los pequeños y medianos comerciantes y agricultores de América Latina. Por tal razón, mientras treinta y cuatro ministros del nuevo mundo se reunían para negociar uno de los tratados comerciales más significativos del hemisferio, Julia Gabriel caminaba también treinta y cuatro millas durante tres días para estar presente en la manifestación en contra del ALCA, organizada por la coalición de trabajadores de Immokalee que se asentó la noche del miércoles, 19 de noviembre en el sector del parque Bay Front, en el centro de Miami. «Lo que queremos es que los que están allá adentro nos escuchen; sabemos que este mensaje les está llegando, no estamos usando violencia; tarde ó temprano nos van a escuchar, nos van a entender de que tenemos razón, que el destino de ellos depende del de nosotros».
Agotada por la larga caminata pero sin rendirse ni quejarse, Julia Gabriel dice que es un esfuerzo que vale la pena. «Siempre hemos estado luchando y seguiremos luchando, nosotros, la coalición de Immokalee, para cambiar el mundo por uno mejor y tener un futuro mejor para nuestros hijos y nuestros nietos. Si no nos atienden hoy, regresamos hasta que se haga». Líder en la lucha por la abolición de la esclavitud laboral, por la abolición del maltrato y la violencia a los trabajadores agrícolas y por la lucha contra la explotación salarial, ella, más que nadie, sabe que los tratados de libre comercio traerán más pobreza a los trabajadores de la tierra, menos garantías a sus derechos humanos y salarios cada vez más bajos. «Lo hemos vivido y lo hemos visto en casi todo». Julia vino de Guatemala hace trece años, trabajó diez años recogiendo tomates en los cultivos de la Florida. Trabajó día tras día de diez a doce horas diarias; sin pago por trabajo de horas extras, sin derecho a pago por días de enfermedad y sin pago alguno por los días festivos. Trabajó en cautiverio en las plantaciones del Sur de Carolina y la Florida, engañada y esclavizada por sus empleadores. Su coraje y valentía la ayudaron a escapar de las plantaciones y más tarde a delatar a sus empleadores, quiénes finalmente fueron juzgados por la justicia. Desde entonces su lucha no ha cesado. Julia Gabriel sabe que el esfuerzo y la lucha tienen su recompensa, que a veces tarda pero que llega, que se hace. Ha ayudado a liberar a miles de trabajadores que, como ella, eran esclavizados y abusados por sus empleadores. Julia dice que continuará luchando por otros compañeros que aun viven bajo la opresión, bajo la neo-esclavitud en pleno siglo veintiuno y en los Estados Unidos, uno de los países que más se precia de defender los derechos humanos. Ella no cree en el ALCA, «que borren eso» dice «por eso hemos caminado y seguiremos caminando.» Tampoco Lucas Benítez cree en las negociaciones que se gestan para crear el ALCA. «Mientras en las pláticas no se incluyan a las personas que son realmente afectadas, estos tratados sólo traerán más pobreza a nuestros pueblos.» Y agrega, «el TLC (Tratado de Libre Comercio) entre México, Estados Unidos y Canadá se negoció completamente a escondidas, a espaldas de todo el mundo. Cuando salió ya salió; salió una crisis para México, para el campo mexicano, para el pequeño empresario, para el pequeño agricultor. Entonces, antes México era primer productor en grano. Después del TLC, México pasó a ser primer productor, pero de mano de obra barata para los Estados Unidos; y eso es lo que crean los tratados de libre comercio.» Lucas Benítez también es líder de una lucha sin tregua para mejorar las condiciones de los trabajadores agrícolas. Vino de Guerrero, México, a trabajar en los campos recogiendo tomate. Pero hoy trabaja gran parte del tiempo en la Coalición de trabajadores de Immokalee. Él es uno de sus fundadores. También se integró a la caminata de las treinta y cuatro millas; caminó tres días seguidos para simbolizar una lucha incansable. También seguirá caminando para detener el ALCA. Romero Ramírez es guatemalteco, pero vive y trabaja en los Estados Unidos. Durante tres días seguidos también caminó para ser escuchado. «Estamos aquí para demostrar que nosotros los campesinos obreros de las grandes empresas norteamericanas hemos emigrado por el sistema económico de nuestros países, por el NAFTA.» Ramírez también recoge tomates en las plantaciones de la Florida y trabaja con la coalición de Immokalee luchando contra los abusos a los trabajadores agrícolas. Por su ayuda y su lucha, el 20 de noviembre Julia Gabriel, Lucas Benítez y Romero Ramírez viajaron a Washington, D.C. a recibir el premio en defensa de los derechos humanos, Robert F. Kennedy Human Rights Award del año 2003. Ese premio no hace que su lucha haya terminado. El seguirá luchando para «que el ALCA no sea, por lo menos no para favorecer a un grupo nada más, para hacer ricos a unos cuantos.» Entretanto, los ministros de comercio de treinta y cuatro países democráticos de este hemisferio junto con más de mil líderes comerciales llenaron las salas de los hoteles más elegantes de Miami. El VIII Foro Empresarial y Reunión Ministerial del Área de Libre Comercio de las Américas, un encuentro histórico que supuestamente habría de fomentar prosperidad y crecimiento económico para América, se reunió a pesar de las protestas y manifestaciones en su contra.

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